Paulina era una madre soltera, sin familiares ni amigos que la pudieran ayudar. Debido a su condición económica cada día había menos comida en su casa. Preocupada por su situación, un día tomó la decisión más difícil de su vida: entregar a un centro de adopción a Camilo, su hijo de cuatro años, para que él tuviera la oportunidad de encontrar una familia que le diera un mejor futuro y calidad de vida.